jueves, 14 de agosto de 2008

28 de julio 2008





DE VES EN CUANDO LEJOS, DE VES EN CUANDO CERCA

Si bien es cierto el histórico hecho de haber declarado la independencia en nuestro país, hace casi frecuente recordar esta fecha como una contraposición a un tipo de identidad cultural dejada durante años en el Perú. Esto hace que sea continuo que cada 28 de julio, el país entero se vea en medio de un clima de patriotismo, y es que esta fecha marca un hito en nuestra cultura y lo seguirá siendo por el resto de los años.

Pero este año fue distinto, me encontraba una vez más como de costumbre en mi casa entre la obligación del trabajo y las 15 pulgas que se posaron en mis zapatos y que me aclamaban angustiosamente salir de la rutina; estaba dispuesta a hacerlo pero no era del todo fácil. El domingo mientras mataba las horas junto a mi enamorado viendo la trilogía de una de las películas que aunque sangrienta en su totalidad satisfacía los deseos mas carnívoros y maléficos de la faceta mas recóndita de Ricardo, para ser sincera también eran de mi agrado. Pasaron las dos primeras películas de la famosa saga Resident Evil, entre sustos y cigarros que iban y venían, fue un bonito momento, unas cuantas horas de tranquilidad durante el domingo en la noche y no lo puedo negar. Uno de sus mejores amigos con su enamorada, que para coincidencia y destino dentro de toda amistad es también mi amiga, tocaron a la puerta con el pretexto de salir a la calle y tomarnos unas cuantas cervezas juntos. Eran también presas frescas de la esclavitud de no haber podido escapar del ruido de Lima, me sentí un poco acompañada en mi triste fortuna de no poder salir, y así fue. Tomamos unas cervezas, el día se paso y poco a poco fui olvidando que eran fiestas patrias, desperté junto a mi novio el lunes por la mañana, el día era tarde y las ideas pocas. Y por desgracia, ese día tenía que trabajar, hecho que fue reemplazado rápidamente por un contrato de boca a boca entre Ricardo y una compañera del trabajo que me haría el gran favor de cubrir mis horas a cambio de la jugosa y nunca infaltable suma de 40 soles. Tenía entonces el lunes, el martes y el miércoles libre, sin ideas pero libre al fin y al cabo.

El lunes salimos por la solitaria calle de Lima, los autos y apenas sonaban, me daba cuenta que ni ellos querían transitar por las calles, la gente era poca, los ruidos pocos, la soledad y el negocio de aquellos que se quedaron abrían a media bandera. Hasta que una ves nuestro espíritu aventurero nos llevaría a una ves mas salir a ultima hora, como buenos peruanos y buenos amantes de las correderas e irresponsabilidades del instante. Así que sin mas preámbulos ni contraposiciones nos mandamos a la viajera y aventurera idea de salir de campamento al centro de lima, esta ves en Chosica, la tan nostálgica Chosica, tan llena de ese sol y esos recuerdos de aquellos paseos en masas dentro de un bus ínter escolar, o talvez de los miles de padres nuestros que rezaba en esos paseos de confirmación que para casualidad de todo destino solían ser allí.

La salida fue a las 10 a.m carpa en mano, la llegada fue rápida un taxi amenizó nuestro compromiso con el Perú y aquella necesidad de hacerle una repulsión al estrés y alejarlo por un momento se veía triunfando por sobre todo. La amenaza de seguir en Lima se esfumaba y el recuerdo se iba escribiendo en un papel anecdótico en mi vida. Estaba con mi novio, su amigo y su enamorada, era una velada cerca de lima pero a la vez lejos de mi concepto de lo que significa esa ciudad, estudio, trabajo, ruido y pocas horas de sueño. “El Cogollo” era la parada final. Entre la búsqueda de un candado que cerrara nuestra carpa de los amantes de lo ajeno, la compra de un short para nuestro querido amigo Jaime que para variar se olvido su ropa de baño, la veraniega y terriblemente helada piscina, una discusión tonta, tirar y tratar de embocarle en la grande pero difícil boca al sapo, y el paseo en los carritos chocones se esfumó el Martes que era sagrado en mi año de duro trabajo.

La noche hizo propicio el hecho de buscar freír algo de comer, las carpas se fueron quedamos solos, pensamos por un segundo que talvez lo normal era retirarnos pero tercos a nuestra juventud de siempre decidimos quedarnos, abrimos el Ballantines que a mi novio le fue de mucho agrado para ser sincera, y pasamos la noche entre música y conversaciones, el 28 de julio era relajante, lejano de lo continuo y reactor de alegría en mi. Como es costumbre en mi novio, buscamos aquellos bungalows abiertos y desabitados, no cambia ni creo que lo hará, pero una ves mas me gusta su idea, así que encontramos uno, lo abrimos como buenos aventureros y hábiles en su totalidad pasamos la noche. Despertamos por la mañana, y enrumbamos al regreso de aquella vida que me traerá frutos en el futuro y de la cual aunque sacrificada me gusta.

La idiosincrasia del peruano lo llevo a buscar toda forma de escapar de su mundo y de vivir lo cómodo y a veces paradisíaco y exótico que es salir de la rutina, yo lo hice y vengo haciéndolo durante años, nunca es tarde para el momento de vivir junto a los que quieres y por qué no noches lejos de casa. Fue un feliz día de la patria, un feliz día junto a mi novio, y un inolvidable encuentro conmigo misma.




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